CUMPLEAÑOS

La vela apagándose lentamente al contacto con la suave brisa. El abrazo de los tios, primos y abuelos. El rostro de mamá que sonrie, nervioso. Las palabras de su niña breves, distantes, casi como susurros. Las erupciones inocultables de la piel, más notorias aún ante la luz encendida. Marcas rojizas que se volverán llagas y van quemándole el estómago, los brazos, marcando el rostro tierno y lozano como las heridas de un adulto.

El intento inútil por revertir el proceso. La negligencia del médico (hoy aqui, mañana muy cerca) faltando por enésima vez al juramento hipocrático. El virus que deteriora el cuerpo y va menguando los animos, que fulmina el alma de mamá ante la evidencia de lo inevitable.

Difícil imaginar la muerte a los diez años. Increible pensar que lo correcto se convertiría en fatalidad. Imposible saber de la afección del cuerpo, que prohibía tener cualquier contacto con la vacuna.

Las horas desesperadas de angustia en el hospital. La resignación adelantada ante el dolor. El llanto incontenible ante el desenlace final. Los ojos de la madre enrojecidos, contemplando la imagen de su niña por última vez. El recuerdo del último abrazo, el último aliento, el último cumpleaños.

Y la pregunta de su segundo angel, la más pequeña, que la parte en dos como un rayo, fulminante. Y trata de permanecer de pie mientras las velas de cumpleaños se encienden nuevamente y busca dibujar una sonrisa, muerta en vida; sin quebrarse el corazón.
Category: 4 comentarios

RIMEL
De pie frente al espejo la pregunta siempre era la misma: ¿Cuándo sería el fin de todo esto...?. Se reviso las manos, recien arregladas, el cabello oliendo a primavera debajo de la gorra. La piel blanca perfumada de vainilla, las pierna perfectamente depiladas, contorneadas y suaves, delineándose debajo del buzo.

La despedida rápida para no levantar sospechas. Un beso echado al vuelo mientras mamá terminaba de lavar los platos. Por Esteban no había que preocuparse. El Playstation lo mantenia entretenido desde hacia un mes y las salidas eran más fáciles, sin las preguntas impertinentes de su hermano.

La caminata hasta la avenida, siempre a media luz, descuidada a pesar de las quejas de los vecinos a la municipalidad. -Hasta acá no llegan comadre- había escuchado decir a Doña Zoila y tal vez era cierto. Dos muertes en las últimas semanas hacían prevalecer las sombras y añorar la luz cada vez más lejana.

La mano levantada para el taxi, la carretera comiéndose los miedos y las vergüenzas. La llegada al hotel, la confirmación de la cita. La espera en el corredor entre las espirales de humo. El ingreso del hombre, discreto y sin levantar sospechas, el cáculo rápido para resumir lo esencial: cuarentaitantos años, buen porte, buena posición económica; con esposa fiel e hijos en la universidad.

El contacto inicial, la conversación salida de una pelicula vista ya cien veces. El ascenso al cuarto, la tercera copa de vino. El cabello ahora suelto cubriendo su desnudez. La contemplación del hombre, rendido ante la belleza absoluta. El deseo del cuerpo, buscado y encontrado, el beso húmedo, prohibido y ajeno.

La mano de mujer (que ahora no es su mano) guiando sus movimientos, colocándo sus deseos en el lugar exacto, empezando el ritual aprendido con habilidad, el lanzallamas quemándole la piel y el alma. El deseo supremo envolviéndolos como dos amantes, tan cercano a la gloria, tan parecido al amor.

La última copa antes de irse. El suspiro de tranquilidad al momento de ver al hombre coger sus ropas y retribuir generosamente el viaje y su compañia. El dinero resguardado dentro de la truza, el último retoque en el baño, el camuflaje que la hara regresar sana y salva. Y la pregunta flotando en el aire nuevamente, mientras seca la humedad de su rostro, y detiene el rimel que empieza a caer sin pausa, sobre su rostro inconsolable.
Category: 1 comentarios

TRAPECIO
Dentro de la carpa, todo era mágico. La destreza de los malabaristas lanzando objetos a diestra y siniestra, los perros amaestrados bailando al ritmo de moda, las bromas de los payasos repetidas mil veces, haciendo reir al público a mandibula batiente.

Las hábiles manos del mago desapareciendo la tristeza (solo por un momento, nunca para siempre), la elasticidad de la mujer de goma, girando el cuerpo por completo, moldeándolo hasta lograr angulos casi imposibles.

La espectativa creciente por el acto final, el redoble de tambores y el anuncio en escena del hombre alado y su vuelo maravilloso a través del cielo escarchado, sin red de protección.

A cada paso que precedía al ascenso, iba repasando las acrobacias que debía suprimir. Esta vez, no había ninguna sonrisa del otro lado. No tenía que preocuparse por sujetar firmemente el otro extremo. Era un acto solitario. Un acto suicida reservado sin vacilación.

Ya no importaban las deudas, ni las humillaciones, ni la fatalidad de la muerte en aquel viaje a provincias, ni el recuerdo del pequeño ataúd sobre sus hombros, la pena incontenible. La tristeza absoluta.

Con los ojos cerrados comienza a balancearse, volando de ida y vuelta, formando siluetas en el cielo, maniobras que desafian las leyes de la gravedad, figuras trazadas en el aire, suspendidas en el tiempo y en el espacio.

Y de pronto la duda de la distancia, el espacio que se ha hecho más largo de repente, el recuerdo de una maniobra ya no requerida y el silencio roto por el grito, la sorpresa. El sonido del cuerpo golpeando el suelo, la nube de polvo levantada por el impacto. El silencio sepulcral en las graderias y luego, los gritos de ayuda, de impotencia y desesperación.

Pero entonces sucede lo impensable, el cuerpo que se repone, que hace el gesto de levantarse, un pajaro herido que se reincorpora con ayuda y camina rengueando hasta la parte trasera del telón. Los aplausos resuenan sobre la música de fanfarria, y la reverencia final del hombre que sabe ha perdido la ilusión de volar.

Descansando en el camerino, el hombre alado sacude sus ropas y toca su lado derecho aun sentido por el golpe. Escucha al público entrando nuevamente en las graderias, y mientras suspira se pone de pie para enfrentar al público que lo espera ver salir otra vez expectante, hambriento, listo para la siguiente función.
Category: 1 comentarios
PÉNDULO
La cuerda moviéndose de un lado a otro, oscilante. El vaivén que marca la pausa, el ritmo de los minutos que pasan, lentos y angustiosos. Ayer habia sido el día perfecto. Levantarse al alba a llenar los baldes de agua para cocinar, ponerse rápido el uniforme doblado prolijamente sobre la silla.
Pasarse el peine por la cabeza, el cabello duro, las manos encallesidas, los ojos vivaces que no pueden contener la emoción del último día de escuela.

La llegada al salón, el recuerdo de los juegos, de los trompos, la cometa. El timbre de las 8 devolviéndolo a la realidad. La entrega de la libreta, la espera interminable. Los rostros de alivio a su alrededor y la fatalidad y el temblor en sus ojos al ver los colores que no mienten y que permanecen sobre la cartulina azul, por más que pase el dedo sobre los números una y otra vez.

El bullicio del fin de curso, la tarde que cae. La imagen de los techos de adobe que se van formando en el horizonte a cada paso. El recuerdo de su padre, la decepción de mamá. La correa zigzageando en el aire, agitándose como una serpiente y la mordida dura y dolorosa sobre el muslo, las manos, la cabeza, el corazón.

El llanto contenido, las explicaciones que no alcanzan, la decepción absoluta a pesar de sus esfuerzos; de estudiar hasta tarde a la luz de las velas, de aguantar la fiebre incontrolable, de soportar el hambre aprendida con el diario vivir.

La última caminata hasta su cuarto, escudriñar desde lo alto y observar lo mucho que falta por conseguir. Preparar el lazo, apretarlo fuerte, con rabia, lastimarse, buscando olvidar el verdadero dolor.
Caminar hasta el borde de la silla y enfrentar al péndulo que lo mira saltar sin titubeos;inexorable, derrotado, invencible.
Category: 0 comentarios

SUPERMAN
Lejos de la multitud, la fama y de las luces, el hombre de acero se levanta a las 5 de la mañana, de puntillas, para no despertar a sus dos pequeños hijos que descansan juntos, arropandose del frío en una sola cama.

Su esposa Luisa le ha dejado el desayuno listo, un pan con mantequilla y otro con queso, junto a la humeante taza de té que por ratos parece volver a encenderse bajo su atenta mirada.
Hoy es viernes, día de mucho tráfico, de embotellamientos y colas interminables y suspira pensando en toda la carga que tendrá que enfrentar.

Apurar el tráfico, detener a los autos con una sola mano, volar de calle en calle para permitir el ingreso de los peatones, correr como el viento y detener a los delincuentes, proteger a los niños, jóvenes y ancianos de las amenazas que llegan diariamente a las puertas de la residencial.

Cada vez se le hace más difícil cumplir con todas las tareas. Ha sentido el peso de los años, mucho más en invierno, cuando hay que aguantar además del frío, el cansancio. Ha pensado en retirarse y dejar la posta a otros, pero parece imposible.

Nadie quiere correr el riesgo, nadie quiere ir hasta esa zona y por ese sueldo. Pero sobretodo (y él lo sabe mejor que nadie) si no es él ¿quien más se encargaría?.

De camino al trabajo, mientras esconde la capa envejecida por la batalla de los años, el hombre de acero cierra los ojos y espera, espera y piensa casi avergonzado, en el día en que volverá a ser clark kent, un tipo sencillo y normal, un hombre común y corriente.
Category: 0 comentarios
HOY
Hoy me decido a confesarme algunas cosas. Mis aciertos, mis sueños, esos momentos que me convirtieron en quien soy ahora. Difícil no trabarse ante la confesión, ante la realidad de las cosas que suceden y que se transforman en experiencias, buenas y malas. Pero lo intentaré a partir de ahora. Me volcaré a esta página para decir aquello que me atormenta, que me hace alterar, pero también, para escribir sobre las cosas que me hacen creer que el mundo puede ser un lugar mejor. Aunque sea por un segundo. Con un par de palabras por lo menos. Un par de frases para cambiar una vida.
Category: 3 comentarios